PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN

PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN
VITORIA-GASTEIZ

sábado, 15 de octubre de 2016

LAS DILIGENCIAS EN LA CALLE DE POSTAS

"Antes el viaje y los viajeros, entraban en el corazón de la Ciudad, y ésta de Vitoria, no podían cruzarla sin detenerse; pues era término de jornada. A la hora de anochecer, poco antes del toque de queda, entraban las galeras, las diligencias, las postas, con el alegre cascabeleo de sus colleras, el trallazo de los látigos, la jerga trepidante de los zagales y el redoble de cascos de sus tiros. Entraban por la calle de la Herrería con riesgo de estrellar la baraúnda de sus imperiales en los antepechos volados y se detenían en la Aduana.

Luego, al galope, presumiendo y alborotando, como en el último calderón, alcanzaban los carruajes la calle de Postas, escoltados con perros y chiquillos, para rendir viaje en los amplios zaguanes de sus paradores. Las señoras, escoradas por mor de sus faralaes, punteaban los estribos, y los señores, desembarazados de sus mantas, pateaban el suelo, despertando sus piernas, hacían bailar -por retruque- las leontinas de sus relojes, requerían el bastón y se encajaban el sombrero...
En fin, la queda se ha impuesto; los zagales desenganchan el ganado que, luego de abrevar, recogen en las caballerizas, y en la calle de Postas, aunque haya cerrado el comercio, es la hora de mayor animación. Además del Parador, la Casa de Postas, la de Quintanilla, Pallarés, el antiguo café de Olave, los fonduchos de menor cuantía, las botillerías donde privan los postillones, se ofrecen al viajero transeúnte, pues las diligencias renuevan su carrera de madrugada.
En los paradores y en los cafés la luz es amarilla, escasa y temblorosa; la atmósfera espesa, el alcohol recio, y la animación extraordinaria, con lo cual la calefacción está conseguida.
Los vitorianos acuden ansiosos de noticias. Vitoria, ya lo hemos advertido, mantiene su tono neutral de ciudad abierta; la época es turbulenta; los giros, de vuelta de campana, y el badajo la "Constitución del Doce". El aire lo llenan las confidencias, las consignas, los alijos, el agio, el espionaje. Todo ello es pagar en onzas y renunciar al cambio"
Gregorio de Altube, en su libro "Vitoria... o así - Ayeres y lejanías". Vitoria, 1949